Un buen día del año 2014 nos despertaremos y nos anunciarán que la crisis ha terminado. Correrán ríos de tinta escritos con nuestros dolores, celebrarán el fin de la pesadilla, nos harán creer que ha pasado el peligro aunque nos advertirán de que todavía hay síntomas de debilidad y que hay que ser muy prudentes para evitar recaídas. Conseguirán que respiremos aliviados, que celebremos el acontecimiento, que depongamos la actitud crítica contra los poderes y nos prometerán que, poco a poco, volverá la tranquilidad a nuestras vidas.

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Desobedecer. No queda otra. Frente a leyes y políticas injustas, la única opción es la desobediencia. Así lo comparten cada vez más sectores de la sociedad. “La desobediencia es el verdadero fundamento de la libertad” señalaba Henry D. Thoreau, y más aún cuando, como ahora, las leyes se hacen día tras días más inaceptables y cuando el propio poder incurre en ilegalidades permanentes para protegerse. Ocupar plazas, bancos, supermercados, hospitales, inmuebles…, no pagar el euro por receta, los peajes, el aumento de las tarifas del transporte público… se ha convertido en algo cotidiano. Y no sólo para quienes llevan a cabo dichas acciones, sino, también, para una mayoría social que, desde sus casas, apoya estas prácticas y se identifica con ellas.

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Santiago Alba Rico
«La movilización de Herrira es una mala noticia», en palabras del autor, pues indica que los Estados español y francés continúan sin respetar los derechos de los presos. Y ello, en un contexto con cambios esperanzadores que parecen alumbrar el camino, mientras la normalización jurídica y humana se retrasa, obstaculizando el proceso y prolongando el sufrimiento. Analiza la batería de medidas y reformas aplicadas a un tipo concreto de delito («terrorismo») y a un determinado sector de la población (la vasca), y defiende que constituyen instrumentos de «revancha». Finalmente, plantea que no son cosas de vascos, que afectan solo a los vascos «terroristas»; y responde a la pregunta de «¿por qué debería preocuparnos a los españoles?».

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Bajo el seudónimo de F. Newton publicó sus crónicas de jazz el recientemente fallecido historiador Eric Hobsbawm. La música jazz se está perpetuamente reinventando en improvisaciones sin fin sobre una base dada, un tiempo y un ritmo.

Hoy, cuando el tiempo vital de Hobsbawm se ha agotado, nos quedan sus escritos y aportaciones y, entre ellas, la llamada "invención de la tradición", también conocida como "invención patriótica".

Quiero dedicarle, sobre ella, dos palabras de recuerdo, casi improvisadas, para socializar, tanto la importancia de su aportación, como las interpretaciones torticeras que de ella se han hecho entre nosotros.

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Andres Krakenberger, Juan Ibarrondo, Olatz Landa eta Izaskun Alonso I Argituz Giza Eskubideen Aldeko Elkartea
Giza eskubideetan ondorio duten topikoak

Bada, mundu oro ez da biktima, ez; bai, ordea, pertsona oro, bizitzarako eta osotasun fisiko eta psikikorako eskubideak urratu zaizkionean. Hemen eta mundu osoan, topikoen mundu zaharkituan izan ezik

Asko dira giza eskubideen arazoak arinkeriaz hartzeagatik eta horien aurka eraso egiteagatik baztertu beharreko topikoak.

Aspaldi honetan gehien erabilienetako bat da ETAren biktimak eta gainerako biktimak ezin direla parekatu, parekaezinak direlako. Topikotzar horren atzean dagoen argudioa da beste biktima batzuk onartzean terrorismoa legitimatzen dela. Baina beste biktima batzuk daudela onartzea, giza eskubideen inguruko nazioarteko hainbat hitzarmenetan ezarritako betekizunak betetzea baino ez da, eta hitzarmen horiek ezer edo inor legitimatzekotan, Zuzenbide Estatua legitimatzen dute, eta ez terrorismoa.

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La campaña del nacionalismo español contra el derecho a decidir en Catalunya y Euskadi está sobrepasando las líneas del sentido común para instalarse en las trincheras de Don Pelayo. Recomiendo a las personas que aún dudan en dar su apoyo al ejercicio de la democracia en las urnas que lean durante una semana diarios como el ABC y La Razón. En sus páginas descubrirán llamamientos a la unidad de España en nombre de Dios, incluyendo el rezo en familia; verán que se organizan triduos con ese mismo fin; leerán a militares que exigen al Gobierno mano dura, o sea, actuar manu militari; podrán sorprenderse con líneas editoriales que jalean todo tipo de acciones judiciales, políticas y policiales contra quienes lideran el grave pecado mortal del derecho a decidir; y leerán declaraciones en bruto, sin arreglos periodísticos, de políticos españoles, sean del PP o del PSOE, que niegan toda posibilidad legal al derecho a decidir, mostrando así un cordón umbilical que une a los dos partidos con el españolismo viejo, ese que aún se lame las heridas por la tragedia de 1898.

Leer más: Un problema llamado España

Son muchos los tópicos a desterrar por tratar frívolamente asuntos de derechos humanos y, a la postre, por atentar contra ellos. Uno de los más manidos últimamente es aquél según el cual no se pueden equiparar, porque no son equiparables, las víctimas de ETA con otras víctimas. La argumentación detrás del topicazo es que, al reconocer que hay otras víctimas, se legitima el terrorismo. Pero reconocer a otras víctimas es, en realidad, cumplir con obligaciones marcadas en diversos tratados internacionales de derechos humanos; y si a algo o a alguien legitima el cumplimiento de esos tratados, es al Estado de Derecho, no al terrorismo.

Esta letanía se hace además insufrible porque, hasta la fecha, nadie ha podido explicar convenientemente en qué consiste eso de equiparar, porque el derecho internacional establece que toda víctima de una vulneración de los derechos humanos tiene derecho a verdad, justicia y reparación; y resulta evidente que las medidas de verdad, justicia y reparación han de ajustarse a cada víctima y sus circunstancias. ¿En qué consiste, por tanto, la equiparación?

Leer más: Tópicos que inciden sobre los derechos humanos


Salvador López Arnal y Víctor Ríos
En 2010, recordaba Enric Llopis [1], el Estado Plurinacional de Bolivia presentó en la Asamblea General de Naciones Unidas la propuesta de que se reconocieran como derechos humanos los servicios básicos de agua potable y saneamiento. La propuesta del gobierno boliviano se aprobó.

Pero no fue ni es suficiente. Como en tantas otras situaciones, hay que seguir batallando para que las nuevas conquistas humanas y civilizatorias tengan su plasmación concreta y efectiva en leyes y normativas, en prohibiciones de mercantilización insaciable, en defensas ciudadanas ante peligros que acechan la existencia de esos derechos y decretos que los desnaturalizan. Hay que plasmar en la realidad lo que es justo y razonable, hay que seguir combatiendo por lo que es evidente y necesario para la gran mayoría de seres humanos. No es éste, por supuesto, el único caso de acoso e intento de derribo al que nos enfrentamos.

Leer más: En el 64º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos Ante la ofensiva contra los...

Según la etimología latina, la palabra cultura proviene del verbo colere, que significa cultivar; un término que tiene la doble acepción de cultivar un terreno o bien una relación entre personas. Aunque tal vez ambas cosas no sean tan diferentes. Pues tanto las plantas del huerto como las relaciones entre personas necesitan de cuidados para crecer.
Así pues, cuando desde el ámbito de la cultura  reclamamos la paz, podemos decir que abonamos el terreno para el cultivo de  una relación diferente entre distintos. Afirmar -siguiendo con el juego de significados- que estamos sembrando la posibilidad del  respeto a los derechos de quien es diferente.

Leer más: EL CULTIVO DE LA PAZ


UNA vez más, en los debates sobre soberanismo y constitucionalismo, parece haber un interés mal intencionado en quienes, simplificando la realidad de modo insultante para la inteligencia, denominan como nacionalista toda expresión favorable al derecho a decidir y, por supuesto, toda opción independentista. Sin embargo, somos cada vez más quienes no sintiéndonos nacionalistas estamos por el derecho a decidir y por la independencia. Sencillamente, nos sentimos nacional vascos y vascas, sin ser enemigos de nadie, pero decididos a que la democracia no nos niegue el derecho a formar una comunidad política propia en forma de Estado, si es posible por la vía del acuerdo con quienes piensan distinto e incluso con las instituciones y fuerzas política partidarias de la unidad que consagra la Constitución española.

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